domingo, 29 de abril de 2012

Fingimientos

“La palabra puede usarse para mentir. En cambio, el lenguaje del cuerpo no puede engañar si el observador sabe leerlo”. (L. Alexander)
Que mal llevo lo de los embustes. Es que se me da fatal. Siempre se me nota un montón. Y eso que me esfuerzo, pero nada. Me pongo roja, titubeo, me da la risa. Y lo del lenguaje corporal es peor aún. No sé disimular. Cualquiera puede discernir si estoy enfadada, o triste, si alguien me cae bien, o no...
O tengo una cara muy expresiva o todo el mundo está capacitado para leer mis sentimientos. Y esto es un problema si trabajas de cara al público.
Ya sé que, como norma general, la falsedad no está bien vista pero hay ocasiones en las que se hace imprescindible y hemos de estar preparados.  
Quizá este no sea un buen ejemplo, puesto que gracias a los tejemanejes que se trae la protagonista todo acaba fatal, pero en la película Las amistades peligrosas la Marquesa de Merteuil (Glenn Close) le explica al Vizconde de Valmont (John Malkovich) como desde pequeña se instruyó  para representar el papel que le correspondía por haber nacido mujer: callar y obedecer, pero intentando sacar el mayor partido posible. “Practiqué la indiferencia y aprendí a sonreír mientras bajo la mesa me clavaba un tenedor en el dorso de la mano. Me convertí en una virtuosa del engaño”.
¿Será que no ensayo lo suficiente? Creo que debería apuntarme a clases de interpretación y así la próxima vez que me veáis recordad: ¡Silencio, se rueda! ¡Luces, cámara, acción!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

También puedes entrar en política, eso sí, empezando desde abajo. Te enseñarán, entre otras cosas, a cerrar los ojos sin siquiera mover una zeja. 7s.

Ali dijo...

Ja, ja, ja, buen consejo.
Aunque creo que la política sólo me garantizaría la mitad del reto. Aprendería a mentir pero ¿conseguiría engañar a alguien?