lunes, 27 de agosto de 2012

Dios y la fabada

Pensad en las personas que conocéis, con las que tenéis trato. Estoy convencida de que para cada una de ellas existe un tema de conversación ideal. Es decir, con Fulanito me gusta hablar de política, con Menganito sólo comento las inclemencias del tiempo, con Titanita cambio impresiones sobre moda…Y al contrario, con Este ni mentar el fútbol, con Aquel no nombres la ópera, con el Otro no parlotees sobre prensa rosa…
Bueno pues, hace poco, la persona que con la que yo discuto de religión, compartió conmigo su teoría personal. La encontré divertida y esclarecedora y os la traigo por si alguien la quiere adoptar.
Ella defiende la siguiente idea: “En el hipotético, incierto, e inviable caso de que Dios exista, no será en absoluto un ser misericordioso”. Y la equivalencia que establece, para dar veracidad a su creencia, consiste en equiparar a Dios con un gran chef, el cual está dedicado a cocinar una colosal fabada. “Echa los ingredientes en una enorme cazuela y sazona, sube o baja el hervor según su criterio, añade agua, revuelve…pero todo ello sin reparar jamás en “les fabes” que allí se están cociendo. No mira para ellas, no las escudriña una a una. Si alguna se rompe, o pierde la piel con el calor, o se deshace y pasa a formar parte del caldo, no es algo que le preocupe y si no ¿cómo se explica que mueran niños?” concluye.
Lo sé, lo sé, hay tantas respuestas a esta pregunta como personas en el mundo.
No es la cuestión en sí, lo que me ha impulsado a escribir la entrada. Lo que más me ha gustado (y eso es lo que quiero destacar), ha sido la singularidad de la parábola y el hecho de que su autora sea mi atea preferida.

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