miércoles, 22 de febrero de 2012

40 días

Hoy comienza para los católicos, ortodoxos y evangélicos: la Cuaresma. Es un período dedicado a la reflexión, la penitencia y el sacrificio.
No creo que ninguna de estas tres cosas tengan que ser exclusivas de los que profesan una religión. Y mucho menos que deban reducirse a un número de días concreto.
Desde mi punto de vista, nos vendría muy bien practicarlas a todos, los 12 meses del año.
La reflexión: ¿Cuándo ha sido la última vez que nos hemos parado a meditar sobre la manera en la que hacemos las cosas o el por qué de las mismas? ¿Alguna vez nos dedicamos tiempo para examinarnos, para criticarnos, para deliberar sobre nuestros aciertos o sobre nuestros errores y la forma en la que queremos cambiarlos? Pues nunca es tarde.
La penitencia: consiste en arrepentirse por algo que has hecho mal, que ha podido molestar a algún familiar, conocido o amigo, que has llevado a cabo con intención o sin ella; y pedirle perdón. Es, para mí, lo más duro de todo, pero entiendo que resulta imprescindible, básico y fundamental para que impere el buen rollo en el mundo, que es el fin último de mi “religión” particular.
El sacrificio: ¿renunciamos a algo, en favor de alguien, de manera habitual? Pues el truco está en basar nuestra abnegación en el amor que le tengamos a la persona por la cual nos resignamos, sólo así el esfuerzo nos costará menos.

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