lunes, 12 de marzo de 2012

Seamos de calidad

Hoy es como si alguien hubiese usurpado mi identidad bloguera. No me presento ante vosotros como la dulce niña que todo lo ve rosa. Hoy vengo a denunciar. Quizá le coja  gusto y me plantee crear un espacio paralelo a este, en el que dar rienda suelta a la bestia que llevo dentro. Es para pensárselo.
De un tiempo a esta parte he notado que las cosas, que hasta hace poco eran “buenas”, ahora duran menos, funcionan peor, se rompen con más facilidad, saben distinto. Hablo de cotidianeidad, el jabón para la vajilla, las bolsas de basura, los tomates. La misma marca, peor producto. Y no me gusta. Me siento un poco estafada. Entiendo que las empresas busquen abaratar costes, pero háganoslo saber a tiempo. Sinceridad, sí, eso que está tan devaluado últimamente. ¿Creen qué no vamos a poder soportarlo? ¿Qué por saber que sus artículos están empeorando dejaremos de comprarlos sin probarlos? Pues entonces algo están haciendo mal. ¿No ven qué, con esa política, lo único que consiguen es su propio desprestigio? Ocultar que su calidad ha bajado, dejarnos en la ignorancia y permitir que descubramos el engaño en el momento de usar el género, es un error.
Existen tiendas de todo a 100 y tiendas de lujo. Cada uno escoge que y donde comprar en cada momento. Hasta ahora no había ni trampa ni cartón, sabíamos a que atenernos, pero ¿hoy por hoy?
Sólo digo que bajar la calidad no debería ser una opción y en el caso de que se viesen obligados a ello: avísennos.
Este texto lo mismo puede estar hablando de una marca reconocida, que de política. Cada uno que lo aplique según le convenga. ¿Reacciones?

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