lunes, 2 de abril de 2012

Poderoso caballero

La importancia que se le otorga al dinero hoy en día es desmedida. Nadie pone en duda que su presencia es indispensable, aunque sólo sea para cubrir las necesidades más básicas de una persona. Pero de eso, a valorarlo todo por su precio, hay un abismo. Este es un fragmento de mi libro preferido: “El principito”. Llama la atención como reducimos la estimación que le damos a las cosas a su traducción en divisas.
Si decimos a los adultos: “He visto una bella casa de ladrillos rosas, con geranios en las ventanas y palomas en el techo…”, ellos no logran imaginarse dicha casa. Hay que decirles: “He visto una casa de cien mil francos” y sólo así exclaman: “¡Qué hermosa!” 
Escrito en 1943, puede que os parezca trasnochado, pero noticias como la que os traigo a continuación hacen que el texto anterior tenga vigencia hoy mismo.
Parte de la exposición que exhibe ahora Stefan Brüggemann en Madrid, titulada Tautological Paintings, nos obliga a cuestionar el verdadero interés que le concedemos al arte. Son cuadros en los que lo único que ves es: un fondo gris y una cifra impresa que corresponde a su precio en dólares.   
¿Por qué nos costará tanto darnos cuenta de que el esfuerzo, el cariño, la persona… asignan más valor a las cosas que su precio? ¿Nunca os han regalado la última gominola, un anillo hecho con la argolla de un refresco, una pulsera de lana, una flor silvestre…? El dinero en su justa medida, para todo lo demás: el amor.

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