viernes, 13 de julio de 2012

Nada es tan trascendental

Tuve una época, en mi juventud, en la que deseé hacerme un tatuaje. Me llevó mucho tiempo decidir que era lo que me iba a dibujar. Quería elegir algo que fuese original y que a la vez me definiese, y sólo se me ocurría: Un tomate, (debido a mi extremada timidez me pongo roja en seguida y esa fruta se identificará conmigo eternamente).
Pedí permiso y mis padres me lo denegaron. Yo que siempre me caractericé por mi docilidad y mi obediencia no llegué nunca a marcarme la piel.
De vez en cuando pienso en ello y me vuelvo a plantear el tema, pero siempre cambio el motivo; lo que me confirma que hice bien en no grabarme algo indeleble en el cuerpo. Tengo entendido que está de moda tatuarse palabras, pues hoy por hoy, la mía sería: relativizar.
Es un poco larga para ocupar el lugar que la correspondería, habría que elegir el sitio más accesible y visible que pudiera otorgarle; sólo así lograría tenerla presente cada minuto del día. Estoy convencida de que para conseguir ser feliz uno ha de tomarse las cosas con cierta distancia y no tan a pecho. Atenuar la importancia de los hechos nos proporcionará más alegría y más tranquilidad. Yo voy a ponerlo en práctica desde ya, aunque tenga que escribírmelo cada día con bolígrafo en el dorso de la mano.     

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