miércoles, 28 de marzo de 2012

El sentido de este devenir

La materia viva es algo que me deslumbra. En principio todo se reduce a átomos, que se unen y forman moléculas, que se unen y forman células, que se unen y forman tejidos, que se unen y forman aparatos y sistemas, que se unen y dan lugar a las plantas, los animales o los humanos. Aquí la expresión: la unión hace la fuerza, deja patente su veracidad.
Bueno, pues como os decía, que tanta grandeza me abruma. Es la perfección llevada al extremo, todo guarda un equilibrio y una sinergia, que con cuatro cuidados básicos podemos vivir muchos años.
El poseer actos involuntarios nos facilita la labor, porque sino, ya nos hubiésemos extinguido como especie, hace mucho tiempo.
Con lo ocupados que solemos estar, si tuviésemos que depender de nosotros para pestañear, a más de uno se nos secarían los ojos en un santiamén; o si hubiese que acordarse de hacer latir el corazón 70 veces por minuto, caeríamos como moscas; que el hígado y los riñones filtren bien por si solos, porque si no, llenaríamos nuestro organismo de toxinas en menos que canta un gallo; y si la digestión fuese cosa nuestra, por no llevarla a cabo, ni comeríamos.
Somos una máquina casi perfecta que sigue evolucionando para adaptarse a cada momento. Y algunos se lo atribuyen a Dios, o a la Naturaleza, o a la casualidad, o a las circunstancias. Cada uno que crea lo que le apetezca. Para mí la eternidad consiste en un gran colegio donde nos lo expliquen todo, el por qué, el cómo, el para qué, etc. Me gusta pensar que “alguien” me sacará de mi ignorancia y por fin sabré si el universo tiene, o no, una finalidad. Pero sin prisas, por favor, que el desconocimiento no me incomoda lo suficiente como para adelantar mi turno de aprendizaje. Todo a su debido tiempo, que temo, que sea cuando sea, siempre me parecerá que llega demasiado pronto.

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