domingo, 18 de marzo de 2012

Martina

Hoy tengo tristeza a mi alrededor. Y es una tristeza totalmente lícita. De esas que te desarman, contra la que nada funciona, que no puedes pretender enmendar con palabras y cuya única salida es entender, aceptar y respetar. Ese tipo de pena que sólo el paso del tiempo aliviará.
Es el final de una vida.
Siempre es duro enfrentarte a eso, pero este caso duele aún más por llegar demasiado pronto.
Por haberla pillado en el momento más dulce de su matrimonio.
Por haber sido una persona con una vitalidad, una alegría y una generosidad dignas del ángel más bondadoso.
Su cuerpo ha dejado de existir pero su espíritu habitará en cada uno de los que tuvieron la suerte de tratarla. Porque cada vez que alguno anteponga los intereses de los demás a los suyos propios: ella estará allí. O cada vez que alguno acaricie a alguien con una sonrisa: ella estará allí. O cada vez que alguno siga luchando a pesar de las dificultades, creedme: ella estará allí. Así que no dejéis que se vaya del todo y alegraos de haber podido conocerla.  

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