domingo, 15 de abril de 2012

Héroes anónimos (2ª parte)

En estos tiempos, si te encuentras en dificultades la policía aconseja no gritar ¡Socorro!, porque saben que nadie acudirá en tu auxilio, lo que has de decir es ¡Fuego!, para que todos teman por su propia vida, salgan de donde estén y al verte en situación de peligro te asistan.
La seguridad es motivo de desasosiego. En los tebeos nadie tenía porque preocuparse existían: Superman, SuperLópez, El Capitán América, La masa, El hombre araña…
Pero ¿y en la vida real? ¿Quién vela por nosotros? Pues en Gijón hemos de estar tranquilos porque ha nacido un nuevo superhéroe. Al igual que pasa con el resto de su especie, cuando no está de servicio, su apariencia es la de un tipo normal y corriente, un hombre sencillo, humilde, un poco tímido. Su nombre: Manolo. Su profesión: editor. Hasta aquí una vida tan anodina como la de cualquier otro, pero lo que le caracteriza es su valor. Cuando intuye que una damisela puede encontrarse en apuros se transforma y no duda en prestarle su ayuda. Allí donde hay un abuso él hace acto de presencia. Ignoro como se entera de la situación pero lo cierto es que siempre aparece en el momento más adecuado. En mi caso vio a un tipo sospechoso en el establecimiento y ni corto, ni perezoso, entró detrás de él por si se le ocurría hacerme algo. Unos días después acudió al local de enfrente y defendió a la dependienta de la agresión de un desequilibrado.
Así que la última vez que vino a vernos fue recibido con una ovación y entre vítores y aplausos se sentó a tomar un café solo.
Lo malo es que no tiene traje de malla, yo ya me he puesto manos a la obra para solucionar tamaño error; estoy diseñando la capa, va a quedar espectacular.
Este texto (y el futuro uniforme) es mi forma de decir: Gracias Manolo.

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