sábado, 2 de junio de 2012

Vocablos

Todos tenemos una forma personal de expresarnos. A veces adoptamos frases hechas o locuciones que nadie pondría en nuestra boca pero que una vez pronunciadas se nos adhieren como el cianoacrilato de etilo. Oírlas en otro consigue que recordemos a nuestros conocidos y que riamos.  
¡Hola peña! Yo tuve un jefe que saludaba así. Era un señor de pelo blanco y aspecto formal. Es decir, alguien a quien no atribuirías esa expresión, más propia de quinceañeros. Así que, después de arrancarnos una sonrisa, la seriedad que parecía acompañarle se disipaba.
El otro día oí a un chico de unos 38 años exclamar: ¡Chachi que sí!, me hizo gracia porque hacía mucho tiempo que nadie usaba esas palabras en mi presencia. Y recordé mi infancia y las tonterías que nos inventábamos para comunicar alegría, o negación, como: “Guay del Paraguay”, o “Nasti de plasti”.
Quizá nunca ocupen un puesto de honor en el gran diccionario de la lengua pero son número uno en la zona nostálgica de mi corazón.

No hay comentarios: