domingo, 8 de julio de 2012

Nunca tires la toalla

Aunque supiese que mañana el mundo fuera a desmoronarse, de todas maneras plantaría mi manzano. Lutero.
Me apropié de esta frase en cuanto cayó en mis manos. Yo que no soy nada luchadora y que a la primera dificultad abandono la faena, releo a Lutero y me reprocho en silencio.
Después alguien me contó esta fábula:
Dos ranas que saltaban por el campo fueron a caer dentro de un cubo de leche. Las paredes metálicas resbalaban mucho y el borde quedaba demasiado alto. Empezaron a nadar para poder salir de allí. Al cabo de un rato una de las ranas perdió la esperanza, abandonó, dejó de nadar y murió ahogada. La otra rana siguió moviendo sus ancas, con el batir de las patas llegó un momento en el que la leche se convirtió en mantequilla y eso hizo que pudiese salvar su vida.
Me vi reflejada en la rana que se ahogó.
Otra lección que he de hacer mía: que algo sea difícil no es motivo suficiente para dejar de hacerlo.
Conclusión: Lucha hasta el final, hasta que no te quede una brizna de aire en los pulmones, hasta que no tengas una gota de sangre en el cuerpo, hasta la extenuación. Porque cuando creas que has consumido todas tus fuerzas y los miembros se te agarroten y te duela el cuerpo y notes calambres, sino te sangran los pies, si el corazón no se te ha salido del pecho, si tus músculos no se han desgarrado por dentro, entonces es que no ha llegado tu último segundo y aún podrás batallar un poco más.

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